lunes, 23 de enero de 2023

01 - Cuando estás a tiempo, hazlo - José Falcón

Este es el primero de una serie, clic aquí para ver el índice.
Lo que sigue fue escrito en el seis y el siete de enero del dos mil veintitrés.

Cuántas veces se nos ha dicho, hijo no hagas esto, no toques eso, no comas eso que hace mal, dejá de tomar bebidas alcohólicas, dejá esa droga, dejá de fumar porque te va a terminar matando. Estas palabras y cuántas otras tantas conocemos en nuestra vida. Consejos que vienen de generación en generación, a través de los años, las décadas, e incluso siglos; pero la historia se sigue repitiendo y siempre de la misma o peor manera: Los jóvenes no escuchan, no hacen caso.

Hoy me toca pasar por uno de esos casos que tantas veces me habrán referido durante mi vida, hoy a los cuarenta y cuatro años, luego de no haber hecho caso a las palabras y pedidos de parientes, hermano, sobrinos/as tíos/as y tantos compañeros y amigos de trabajo y hasta desconocidos, también el caso omiso a los médicos y profesionales... pero fundamentalmente a esa persona que te conoce mejor que nadie y es esa persona que cuando te da un consejo lo hace porque sabe lo que va a pasar y porque además, tiene los años de experiencias que nosotros de chicos no.

Esta es la historia de quien está al frente de esta laptop, José, que se encuentra narrando algo que jamás pensó que así podría pasar, hasta que pasó. Nunca pensé, ni se me cruzó por la cabeza que en estos días podría ingresar a una clínica para un estudio programado y terminar en terapia intensiva y monitorizado. A veces nos sorprendemos de nuestras malas decisiones, lamentablemente cuando ocurre algo así, a veces es demasiado tarde y otras veces la vida suele darte una segunda oportunidad, y cuando me refiero a la vida, hablo del único dador de vida en el mundo. 

Hay veces que se nos hace imposible no creer o no confiar en las segundas oportunidades y hoy lo estoy viviendo personalmente y en primerísima persona. Al mirarme al espejo del baño del hospital me pregunto, ¿en verdad esto está pasando? 

Dado mi cuadro terrible y delicado como me explicaron —con dibujo incluido, dibujado por el mismo doctor para llegar a entender la seriedad del caso— yo estoy acá, como dirían las abuelas, vivito y coleando. Tengo un diagnostico coronario bastante delicado, en pocas palabras y dichas por el mismo doctor de guardia «vos un día mas y no la contabas y si hoy éstas acá, te puedo asegurar que es porque alguien te quiere o quiere que estés acá». 

Son tantas las ideas que pasan por mi cabeza en ese instante que, a pesar de todo me mantengo muy calmado, pero a la vez anonadado por lo que acabo de escuchar. Muchas veces cuando Dios nos habla lo hace de diferentes maneras y a través de personas que no conocemos, el punto es que, el mensaje llega, y es ahí donde debemos estar atentos a la voz de Dios. 

Hoy después de casi una semana de estar en la unidad coronaria de cuidados intensivos, sigo sorprendido con lo maravilloso que es Dios y que siempre la última palabra y decisión es de él. Increíble. Hace cinco días estoy bajo un estricto control de hora a hora donde las enfermeras/os van llevando un estricto control. Cinco, y los días pasan. Debo reconocer que la atención y el seguimiento de terapia es lo mejor, te atienden de maravilla y el personal es un amor.

Desde el día de mi ingreso me mantengo igual de ánimo. Los que me ven, conocidos, profesionales y hasta terceros están sorprendidos de verme con tanta calma y tranquilidad, y la verdad es esa, estoy con una paz interna absoluta y mucha calma. Lo amerita, ya que hay un buen control médico de la situación, con toda la tecnología para monitoreo y demás.

Mi diagnóstico es bastante complejo, complicado si queda mejor decirlo así. Tengo una arteria del corazón totalmente tapada, o sea TAPADA, donde parte del corazón no se está oxigenando; además de eso tengo un tronco coronario y dos vasos muy comprometidos; esto prácticamente estaría significando que soy un muerto en vida. Necesito una intervención cardiovascular lo antes posible, o sea URGENTE, mi corazón se podría detener en cualquier momento y dejaría de latir. 

A tal punto es grave que se descarta totalmente un alta domiciliaria o ambulatoria. Es un riesgo que no está dispuesto a tomar bajo ningún concepto ningún médico. 

Se llegó hasta estos extremos después de muchísimos estudios. Comenzando por análisis completos de sangre y orina, y continuando por varios más: electrocardiograma, espirometría, ergometría, ecocardiograma color, eco stress con dobutamina. Luego de este último estudio se pudo detectar que presento positivo para isquemia por lo que se me solicita un estudio aún más profundo donde se me practica una angiografía coronaria y salen a la luz varios problemas de mi corazón, los mencionados anteriormente y desde ese momento, desde aquel lunes dos de enero de dos mil veintitrés me encuentro en cuidados intensivos de la unidad coronaria del Hospital Regional Río Grande Provincia de Tierra del Fuego.

He aquí la consecuencia de no haber hecho caso a los cientos y cientos de lindos y hermosos consejos, y al que más resuena hoy en mi cabecita culpable, el consejo de MAMÁ, «dejá de fumar esa porquería, hijo, ¿qué querés, que te mate?».

 Aquí en esta parte de lo narrado hago un alto, y es un alto donde por fin terminó de llegarme agua al tanque, tanta agua que casi que me ahogo. Lo digo de esta manera porque en palabras más y palabras menos es que casi me pasa, un día o dos días más y no la contaba, mi corazón se detenía y todo por culpa mía y por no haber seguido los tantos mensajes cuando me decían «dejá de fumar», «se puede», «ponele ganas», «lo vas a lograr», «ponete las pilas y se deja», así como estos tantos que he escuchado en mis treinta y dos años de fumador. Así como lo acabo de escribir, treinta y dos años de fumar y drogarme libremente, y digo libremente porque todos sabemos que el cigarrillo es un producto de venta libre en todo el mundo, que mata a millones de personas causando distintas enfermedades, entre las que más resaltan, problemas coronarios, cáncer de pulmón, accidente cerebrovascular y tantos otros.

Finalmente, tengo que ser claro, acá el único responsable de estar hoy frente a una laptop, encerrado en una habitación de unidad coronaria soy absolutamente yo y yo y nadie más que yo. Acá no hay responsabilidades compartidas, ni el cardiólogo, ni las enfermeras que nos atienden, ni mucho menos el que me diagnosticó la enfermedad. Hay veces en las que no queremos afrontar nuestras responsabilidades y tratamos de llevar la culpa hacia cualquier otro punto cuando en verdad sabemos y somos conscientes como personas adultas que la responsabilidad, absolutamente toda la responsabilidad es única y exclusivamente nuestra. Es imposible decir o pensar que no teníamos advertencias previas a lo que hoy es un desenlace que para alguien como yo nunca se imaginó que le podía pasar tan temprano, a veces no dimensionamos el daño que generan los vicios, y todo esto a sabiendas de que lo estamos haciendo con pleno conocimiento del daño colateral que nos causa. 

Hoy después de una semana de terapia intensiva y con toda la tranquilidad y aceptando la culpa del momento debo admitir y aceptar que, cuando no seguimos los consejos buenos de los padres y de tanta gente que nos quiere, a veces puede ser demasiado tarde recapacitar, ya que la vida se nos puede ir en cuestiones de minutos y hasta de segundos. 

Es hora de hacer un parate y ponerme a pensar que si hoy sigo acá, a la espera de una intervención quirúrgica a corazón abierto, y todavía sigo con vida, no es una casualidad. Debo reconocer que los tiempos de Dios son únicos y perfectos. Por ahora debo poner en pausa todo lo narrado hasta el día de hoy, y por cierto, hoy es sábado siete de enero de dos mil veintitrés y hace exactamente seis días que me encuentro simplemente en las manos de Dios y dando gracias por una nueva oportunidad. 

Gracias a los médicos, cardiólogos, terapistas, enfermeras, agentes de limpieza y personal de cocina. Ellos son los que cuando estamos en un mal momento de nuestras vidas, y no porque fuera su culpa, todo lo contrario, y a ellos gracias damos por poner en práctica y de manera profesional su trabajo la cual lo hacen de manera sobresaliente. Es hora de hacer una pausa y seguir esperando y confiando en Dios de que sus tiempos son buenos y perfectos, volveré a escribir en breve.