domingo, 12 de febrero de 2023

03 - Ganar y perder, ¿cuál es la elección correcta?

Este es el segundo escrito de una serie, clic aquí para ver el índice.

Fecha: martes 10 de enero de 2023.

En este nuevo día dar gracias una vez más al Señor por sostenerme y por tener misericordia y amor por su hijo. Ya pasó más de una semana desde que me encuentro en un hospital, y para ser más exacto, en la unidad coronaria de cuidados intensivos, lugar donde quedan hospedadas las personas que necesitan una atención y monitoreo permanente las 24 horas. Hoy es un día más donde el Señor me regala vida, salud y esperanza. Quizás parezca decir muy poco, pero en realidad es mucho más de lo que uno realmente cree; esto lo digo con total convencimiento ya que, al ingresar a este hospital, las palabras del médico fueron esas que ya he contado anteriormente, «no se porque estas acá, alguien te quiere acá…».

Hoy, un martes normal, día laboral para algunos, pero también día de vacaciones para muchos estudiantes escolares, secundarios y también los trabajadores que en esta parte del año deciden viajar al norte a visitar a sus familiares. Mientras todo esto ocurre con total normalidad en el mundo, en cambio, desde este otro lugar, me encuentro viviendo una experiencia única, y si te preguntás por qué lo digo de esta manera es porque lo que uno jamás se imagina, en algún momento de la vida, ocurre. 

Es así que, pensando un poco más, el Señor es bondadoso y muy misericordioso con todos nosotros. ¿Con algunos más que con otros? De ninguna manera, Dios es el mismo con todos sus hijos; solo que a veces, en algunos casos se necesitan pruebas un poco más complejas que en otros. Y sí, señores, así es el caso mío. Claro que no la tomo como compleja —o mejor dicho un poco sí.

De esto me di cuenta, se me hizo el clic en la cabeza ya hace unos días atrás. Ya saben, ese clic que pasa en menos de un segundo, justo ese instante donde el nublado y muy poco claro cerebro se aclara y ves con claridad todo. Pasa cuando caes en la realidad de lo que está sucediendo, cuando tus neuronas asimilan la realidad y te das cuenta que ya no hay vuelta atrás. 


Como dice más arriba, ganar y perder, ¿cuál es o debería ser la elección correcta? Esto siempre va a depender de qué se trate, o sea, qué es lo que uno pretende ganar como así también lo que va a perder.

 Sabemos cómo es el mundo donde vivimos, lugar en el cual somos y formamos parte de una sociedad consumista, egoísta, envidiosa y hasta muchas veces individualista. Si tuviéramos que ser algo de todo esto, en mi caso particular podría optar por ser una persona un poco egoísta, no sería lo correcto o lo que me acerca a lo que soy, pero bueno, sigamos... 

Cuando hablamos de ganar y perder, claro está que nadie quiere perder y todos quieren ganar, de eso no hay duda alguna, pero ¿nos ponemos a pensar realmente qué perdemos cuando ganamos, y que ganamos cuando perdemos? Haciendo la cuenta un poco rápido y desde mi postura podría decir que ganar no he ganado nada, o bueno, podríamos decir que vengo como que un poco empatado. 

Logré avanzar en lo personal, en lo laboral y gracias a Dios he podido cumplir algunas de las tantas cosas que me he propuesto cuando llegué a la isla: darle una mejor casa a mi madre, mejores comodidades y un lugar que se merece como toda madre (por supuesto, está más que claro que como hijos debemos honrar a nuestros padres y hacerlo en vida, creo firmemente en que si nos lo proponemos, lo logramos).

 Ahora, ¿qué es lo que he perdido (o lo que vengo perdiendo) en todo este tiempo? La verdad es que lo debería analizar muy pausadamente, son muchos los puntos que debo ver y rever.

Primero que nada, voy a comenzar por mi Salud. La factura ya viene desde el dos mil trece (hace diez años) al poco tiempo de haber llegado a la ciudad (o como muchos le dicen la isla de la fantasía, pero este punto no viene al tema así que lo dejaremos para otra ocasión) mi salud se me ha deteriorado; no tanto en lo fisiológico sino más bien en lo mental, y esto por no ser una persona explosiva, es decir, soy una persona que acumula todo, literalmente todo, lo malo, lo muy malo y todo lo que hace mal. Cuestión es que en algún momento «el cuerpo te pasa factura dirían por ahí», a razón de esto es que soy una persona que últimamente se había convertido en un paciente hipocondríaco (te aconsejo buscar el termino y sacar tus propias conclusiones). Mas allá de lo Hipocondríaco, existían dolencias verdaderas que en su momento fueron analizadas y resueltas. Ahora esto —lo que está pasando hoy y ahora— es un todo compuesto por un poco de distintas cosas: tantas tensiones acumuladas (como dije, el no ser explosivo y acumular psíquicamente todo lo que está mal), presiones, el darle más importancia al trabajo que a las dolencias y además el ser un obsesionado de la responsabilidad laboral. Sin lugar a dudas que a veces ganamos más de lo que perdemos pero en mi caso y muy particular, me ha tocado perder más de lo que he ganado —en este punto quiero que quede en claro que no le hecho la culpa a nadie, es una culpa mía y un reproche hacia mi persona por priorizar mal las cosas.

También sumado a todo esto, debo reconocer que lo que más he perdido desde hace bastante es la presencia de Dios, sus consejos los cuales siempre son perfectos. Es perder tiempo en cosas que no son leer y aprender de la palabra, meditar en el Señor y sólo acordarme de lo suyo en algunas ocasiones; porque mas allá de estar asistir en las reuniones de la iglesia, muy pocas veces mi mente está conectada con ese día de reunión.

Y cosas como estas pasan cuando no le damos importancia a las cosas de Dios, entonces creemos que nuestras decisiones son buenas sin antes tener su aprobación. Es algo que hacemos totalmente mal, y en esto me hago cargo de manera personal ya que a veces le he orado al Señor por algo y sin tener su aprobación y consejo lo he hecho igual. 

Es en este momento donde todo el mal comportamiento que he venido teniendo desde hace bastante viene a mi mente. Hoy puedo decir que sí es la voluntad del Señor que esté aquí y pueda darme cuenta de todo. Soy realmente agradecido con el Padre porque, quizás a pesar de que no me merezca esta nueva oportunidad, nuestro Señor Jesucristo como buen padre tiene la bondad de poder darnos siempre una nueva ventana de oportunidad. A mí sólo me resta decir que los tiempos del Señor son perfectos y cuando Él hace algo, lo hace para que le demos toda la gloria y podamos ser testimonio de lo que vivimos o estamos viviendo. 

Esta es una pequeña porción más de narración que descargo en letras y agradecer a nuestro Señor Jesucristo; mañana tengo un nuevo estudio y una nueva evaluación médica, yo sólo puedo decir que el Señor haga su voluntad en mi vida y todo lo que el Señor hace es porque Él es soberano. Amén.