miércoles, 22 de marzo de 2023

El Caballero Walter y el Calamar Enojado.

 Hace ya unos años (4/03/21) participé en una colaboración con una comunidad de creadores de contenido. La consigna era aportar ilustraciones para el cuento que en el video se verán.

Video:

   

Aclaración a los jueces: El texto del cuento no estaba fijado, fueron descritas de manera general ciertas escenas, por ello hay ilustraciones que no concordarán con el guión final que leyó el narrador (en el video). No es la gran cosa, pero por si alguno es detallista, no es culpa de nadie, fue todo muy improvisado. 

El tiempo era poco (entrega de finales 19/03) para el potencial de la idea. Pero la necesidad y el límite son motores de creatividad. Ahí no más hice los bocetos y luego con Inkscape produje lo que terminé enviando y quedó en el video mostrado.

Bocetos:

Finales:


El cuento lo pongo abajo, adaptado libremente al español por mí. No está revisado, ni corregido. Por lo que, quien así lo desee, puede ir enviándome por privado en los comentarios, corrigiendo errores, para que vaya quedando más prolijo.


En una pequeña isla en medio del gran océano vivía un pequeño niño llamado W—.

Era un valiente caballero que tenía por leal escudero a su hermanito C—.

Un escudero es la persona que ayuda al caballero en sus deberes día a día, uno que todavía no se ha convertido en caballero él mismo porque gusta de comer tierra y meterse en toda clase de problemas.

En esta pequeña isla en el gran océano vivía una jauría de los más grandes lobos que nadie haya visto jamás. Tan grandes eran que asustarían a cualquiera; la mayoría de la gente al ver al más pequeño de estos lobos correría asustada, agitando los brazos al cielo, gritando por ayuda.

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Pero estos lobos amaban tanto a los niños que se pasaban la mayor parte del día jugando con ellos, a buscar los cocos lanzados, a hacer carreras, y a llevarlos tirando un trineo, como si fuera sobre nieve pero en la arena de la gran playa que tenía esta pequeña isla en medio del inmenso océano. También los ayudaban a construir refugios, castillitos y casitas en los mejores árboles del bosque que rodeaba la isla (los lobos no podían trepar mucho, pero acercaban clavos, sogas y herramientas al pié del árbol dónde W y C estuvieran trabajando ese día).

El caballero W era extremadamente valiente, y el escudero C era extremadamente leal (cuando no le daba por distraerse con un caracol que escuchar, o con algo de tierra que comer), y con su manada de lobos todo parecía perfecto…

Pero había un problema.

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¿Cuál era el problema preguntan? Dejame contarte.

Exactamente en el centro de la pequeña isla en el gran océano había un volcán. Pero no era cualquier volcán, este era el más grande volcán que hayas visto. Y algunos días pasaba que, por ninguna razón aparente, de repente lanzaba lava de la cima. Esta lava hacía varios estragos porque quemaba las construcciones de los árboles que habían construido aquel día, y algunos de los lobos por culpa del fuego perdían partes de su pelaje, poniéndose muy molestos por ello.



Así que un buen día, el valiente caballero W con su leal escudero se acercaron al borde del volcán para ver qué había dentro, y no vas a adivinar lo que vieron…

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¡Un calamar gigante! El calamar más grande que hayas visto, en el volcán más grande del mundo, en el centro de la pequeña isla, en medio del gran océano.

El terrible calamar tenía un montón de gruesos tentáculos, que salpicaban, se retorcían y lanzaban sin cuidado grandes rocas ardientes con lava que salían despedidas hacia arriba, y eran expulsadas del volcán hacia afuera. Hacían un lío de humo y ceniza que hizo toser a uno de los niños.

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¿Quién fue? No lo sé. Pero el calamar lo escuchó. Miró hacia arriba, hacia el borde del volcán y con sus grandes ojos rojos de ira

¡Vio a los niños! Y los niños lo vieron a él. Tenía el entrecejo fruncido y la cara enojada. Entonces dio un rugido gigante, retorciéndose y salpicando lava tan fuerte que el caballero W y el escudero C tuvieron que huir ladera abajo corriendo lo más rápido posible.

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La lava caía del cielo como si fueran meteoritos. Impactaban en el suelo aquí y allá, y estaba tan caliente que por más que la esquivaban, sentían como que se les cocinaban las piernas. Pero los niños fueron tan rápidos que se las arreglaron para llegar al agua fría del mar, donde remojaron sus piernas y pies casi quemados.

¡Estuvo cerca! —dijo W.

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Las tormentas de lava se fueron dando cada vez más seguido y quemaban cada vez más árboles con refugios, con casitas y con castillos, y los lobos perdían cada vez más pelaje y estaban cada vez más molestos. A tal punto llegó todo que W dijo:

¡Tengo que hacer algo al respecto, voy a necesitar la ayuda de todos ustedes!

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Todos prestaron atención al plan y acordaron en hacerlo. Así que ese mismo día el caballero W, el escudero C y la manada de los más grandes lobos que hayas visto escalaron el volcán gigante para sacar a la rastra al terrible monstruo enojado.

Sabían que la misión era peligrosa, seguro que les iba a costar mucho; pero ellos eran todos valientes, y estaban del todo hartos de toda la lava arruinando todo siempre.

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Ya estaban cerca de la cima cuando se dieron cuenta de una anomalía, el ambiente estaba tranquilo, demasiado tranquilo. El Caballero W levantó el puño derecho, señal para que el grupo se detuviera. Los lobos jadeaban por el esfuerzo físico de subir a aquel volcán, después de todo era el volcán más grande que hayas visto, y hacía mucho calor.

Shhh... —el caballero W hizo el sonido del silencio poniendo su dedo en los labios— Escuchen —susurró.

Los lobos dejaron de jadear, pararon las orejas; los niños pegaron sus oídos al suelo, querían oír. Oyeron: Frrrr… Frrr… Frrrr… ¡Era el tremendo ronquido del monstruo!

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Los niños se asomaron al borde del volcán con cuidado para no despertarlo y lo vieron. El animal del tamaño de una casa de dos pisos tenía los gigantes ojos cerrados, todavía tenía el enorme ceño arrugado. Y no parecía tener un gran sueño; parecía intranquilo, molesto, enojado también.

¡FRRR!

El calamar pegó un ronquido tan fuerte que incluso los lobos se pusieron un tanto nerviosos.

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El caballero W. quietamente descendió por entre las rocas al volcán. El calor era casi insoportable, y pensó en sacarse la armadura. Pero no, se dijo, un caballero debe estar siempre protegido.

Hizo señas para que le tiraran la parte de la soga que tenía que usar para sacar al Calamar. Mientras silenciosamente se la alcanzaban observó el camino que tenía adelante. Para llegar al calamar debía saltar en ciertas rocas que asomaban por entre la lava ardiente.

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Cada vez que el monstruo roncaba, el aliento que soltaba era tan fuerte que podía hacerlo caer. Cada vez que el monstruo se acomodaba dormido, movía sus tremendos tentáculos y gruesos brazos, que caían sobre las rocas y las lavas, salpicando y amenazando con aplastar como un insecto a cualquier niño que quedara bajo ellos.

Es lava —hubiera dicho algún otro— si la toco me quemo.

Otro cualquiera hubiera preferido irse y no arriesgarse. Pero el caballero W era un niño valiente e intrépido. Si había hecho todo ese recorrido no iba a volver atrás. Además ya estaba harto de todos los incendios y destrucciones que el calamar había causado.

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Tomó aire y empezó a saltar entre las piedras. Iba rápido, esquivando los peligros, escapando de caerse. Hasta que llegó al centro, y logró enlazar el pico, usando un nudo especial que había aprendido para que no se zafe. Con mucho cuidado para no despertarlo hizo todo el recorrido de vuelta.

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Lástima que cuando estaba casi afuera el más curioso de los lobos, que tenía la manía de oler todo cuanto podía, olió ceniza del suelo, que le entró a la nariz y le provocó un estornudo tremendo.

¡Achís! —hizo el lobo.

El calamar despertó enojadísimo, lanzando uno de sus pesadísimos tentáculos con filosos y agudos pinches contra el caballero W.

El golpe lo lanzó de vuelta a la cima, donde cayó a un costado del escudero C y de los lobos.

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Todos se acercaron para ver si estaba bien.

¡Sí estaba bien! Afortunadamente el caballero W vestía su hiper extra especial armadura de caballero, y el tentáculo no traspasó ninguna placade la armadura.

¡Arre! —W azuzó a sus manada de lobos gigantescos, y de un momento a otro estaban sacando a la rastra al tremendo monstruo marino, tan rápido como le permitían sus fuertes patas.

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Los chicos corrían de cerca, también a una velocidad impresionante para ver que todo saliera bien. Justo cuando estaban llengando al océano sucedió algo inesperado: el calamar terrible y enojado comenzó a sonreir.

No sé cómo darles las gracias chicos. Ustedes y los lobos me liberaron del volcán y me devolvieron a mi hogar, el océano.

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¡¿Qué?! ¿Querías que te sacáramos del volcán?

¡Por supuesto! Estuve tratando de salir del volcán ya hace años, me revolvía y agitaba tratando de salir, pero no podía, entonces me enojaba y salpicaba y tiraba rocas ardientes de la bronca…

Claro… pero ¿Cómo llega un calamar gigante del océano a la cima de un volcán tan grande?

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¡Ah! Verás, una ballena blanca legendaria no se tomó muy a juego que me subiera a su espalda e hizo salir agua con mucha fuerza de su agujero en la espalda. Fiuumm… me lanzó por los aires muy alto, y así caí justo en ese agujero de la cima, en el volcán.



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Bueno, qué bueno que pudimos ayudarle señor Calamar. Acá nosotros con los lobos y C… C? C?

El caballero W buscó a su alrededor para ver si encontraba a C. Uno de los lobos dijo que había visto a C bajo un arbol, comiendo tierra de vuelta. Todos rieron, y el calamar nadó de vuelta a su hogar en el gran, gran océano.



Fin.

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