domingo, 12 de noviembre de 2023

Israel/Judíos vs. Árabes/Islam (¿falso dilema?)

Recibí un mensaje en mi celular que encapsula el sentimiento de muchos en mis círculos. Pondré en itálica las partes del mensaje y luego mi contestación, no al individuo que lo escribió (no conozco de manera íntima su situación personal) pero sí a un espíritu general que creo que se pasea por estos lares.

El mensaje empieza pidiendo oración por "lo que está pasando" en la guerra de Israel vs. Gaza. Porque las imágenes y los videos generan una tristeza muy fuerte: personas buscando entre escombros a sus seres queridos , niños que se quedan sin sus padres, ciudades sin agua, alimento o electricidad, entre otros recursos básicos. Todo está extremadamente mal.
Yo pregunto ¿Por qué exponerse voluntariamente a eventos traumáticos? ¿Por qué recibirlos/compartirlos?  No sé por qué vemos las noticias de otra parte del mundo, especialmente cuando no sabemos si lo que se presenta es cierto o no, si de todas maneras nos van a doler y afectar el ánimo. Es similar a lo que pasa con las fotos de fetos descuartizados en abortos y todo ello. Creo que esto califica como consumo gore.

Realmente no podemos dimensionarlo...  
Cierto, en toda guerra que se nos presenta como tal no se puede creer del todo lo que dice ni uno, ni otro bando. Con la Guerra Fría también se demostró cómo tampoco se puede creer del todo lo que acuerdan las dos partes, porque la sección de propaganda de ámbos bandos puede elegir una arena ficticia en la cual medir fuerzas.
Una buena regla en general es no confiar demasiado en lo que sale en los espejos negros.

Oremos, hermanos. Que puedan encontrar a Cristo y que en medio de tanto mal tengan esperanza. Que llegue sustento y que dejen de sufrir tanto.
Es un buen deseo, pero temo que muchos descuiden lo próximo por enfocarse en lo lejano. Es decir, que descuiden al prójimo en pro del ajeno. Es más importante el evidente caos en donde estás que el aparente (probable) caos en el otro continente.
Sí, hay que orar por todo lugar en que haya guerra. Hay que orar por los inocentes sufrientes en los dos bandos, y todo eso. Pero, ¿qué del nuestro? Acá pasa lo mismo pero en el plano espiritual: la indigencia y la ruina en que vive la gente, la destrucción de hogares, el abandono de niños, la orfandad invisibilizada... Tanto allí como acá es a causa de haberle dado la espalda a Dios y haberse postrado ante Mamón. Que el Señor nos de fuerza para luchar esta guerra cercana en medio de la cual él nos permite servir.


Apunte paralelo:

Sobre el bando más cercano:
La popularidad de este contenido en nuestros círculos se debe, observo, a la exitación a causa de la proximidad cada vez más próxima de la venida cercana según la carne.

Sobre uno de los bandos lejanos:
El pueblo de Dios es la Iglesia, las promesas a Abraham, Isaac y Jacob se cumplen en Jesucristo, por lo que quienes quieren llamar padre (en el mejor de los sentidos) a Abraham deben incorporarse a Jesucristo, esto es, arrepentirse de sus pecados, "aborrecer a sus padres" como dice Jesucristo, tener por "estiercol" su gloria según la carne por causa de Jesucristo como dice Pablo y tomar su cruz, sin importar lo que diga el resto de la Jerusalén terrenal que está para ser destruída (que los quiere matar, obviamente). De otro modo participan en el bando opuesto, descrito en la carta a los Hebreos, y vienen a ser (autodenominados) "herederos", pero si lo son, lo son de los perversos no solo en sangre, sino también en filosofía, cultura y cosmovisión, construcciones que han estado atravesadas históricamente por el Talmud, que es una fabricación de los herederos de aquellos autores intelectuales del asesinato de Jesucristo. Por más que se considere uno un secular, ateo o agnóstico, si uno se cuelga la etiqueta de una cultura, sus acciones terminan alineandose a aquella, para ser reconocidos coincidentes con esa etiqueta.Como ya se sabe, las acciones afectan, tuercen y eliminan las las convicciones internas que las contradicen, y establecen nuevas para quedar justificadas. Por eso la importancia en los creyentes de la obediencia: no hay fe sin obras.