Por eso cuando leemos las sagradas escrituras oramos que la Palabra viva, que no está atrapada en un texto por más sacro que se lo tenga --aunque lo puede usar para comunicar con él--, hable a nuestros corazones para que recibamos de Su voz, y no la lectura que haría cualquiera que no tiene comunión con Cristo, por más sabio e inteligente según el mundo que sea ese lector.
Con esto nos libramos de la simpleza de los sistemas de comunicación meramente humanos que están al azar de las voluntades y mentes de las masas hablantes y escribientes, masas que por lo general rechazan la vida y la luz de Cristo, y por lo tanto no tienen Su mente, cosa que nosotros por Su gracia sí tenemos.
Sí, ya se, típica foto de los espiritualoides. Pero me gusta. |