martes, 15 de noviembre de 2022

Tomás de Aquino (¿murió con olor a gnóstico?)

Se me encomendó el trabajo de ejecutar un flyer para el curso que quieren brindar este 23 de noviembre (2022) los señores Burgueño y Carrillo sobre, como dice el cartel abajo: El mundo angelical y espiritual para la Escolástica desde el pensamiento de Santo Tomás. Es un curso en cinco clases con reflexiones sobre la desacralización de nuestra contemporaneidad.


En  la imagen se observa la figura de Tomás escribiente (recortada de un cuadro), con la mirada hacia  un cielo azul donde una figura pseudoangelical indefinible (hecho mediante un programa en internet) flota semiinerte y a lo lejos a nuestra izquierda flota también lo que parece un O.V.N.I. (fabricación mía). Esto aparte de todo el texto que indican los datos mencionados,
más el precio del curso de cinco clases (veinticinco dólares estadounidenses; hoy, cuatro mil pesos argentinos) y que se dan por la página de Cultura Teológica, por Zoom, con clases grabadas.


Figura pseudoangelical flotando semiinerte

Tomás, escribiente.

Esta composición (luego de haberla hecho y luego de que fuera publicada) me pareció interesante, irónica, dadas ciertas conversaciones (también) posteriores. Porque si se considera un beatificado, figura sacra del cristianismo, a Santo Tomás de Aquino, ponerlo en una composición junto a unos ovnis, resulta en cierto grado irreverente. Claro que de esto se acusa al protestantismo, pecar de profano en muchas maneras, por no tener la misma adoración del romanismo al acercarse a los símbolos tradicionales extrabíblicos que ellos consideran tan sacros. 

Pero valga la polémica por la composición, viene otro pensamiento alrededor del protagonista del título de nuestra entrada (Tomás), dado que este, dicen, que tuvo una experiencia mística tal que lo último que escribió es que, por las cosas que vio, que son inefables, todo lo que había escrito cae en la irrelevancia. El olor a gnosticismo viene a colación por la cualidad de este dicho, tal que pone al resto de los mortales no iniciados en ese conocimiento en un escalafón de óptica no simplemente menor, sino irrelevante, en cuanto al conocimiento de ese misterio, el de Tomás.

No se expresó de esa manera san Pablo cuando fue llevado al tercer cielo, declarando irrelevante el tratamiento de las Escrituras, y las doctrinas apostólicas de su tiempo.