jueves, 22 de diciembre de 2022

2022 El Año Cúlmine del Fútbol Argentino

 La selección Argentina tuvo en esta generación una saga que probablemente no se repita jamás. Terminó con moño de oro, estando en la Final bien condimentado con todos esos factores abrumadores, casi místicos, que tiene intrínsecamente el futbol, y en particular, el latinoamericano.

De abajo:

Argentina viene de varios chascos internacionales, teniendo al mejor jugador del mundo en proceso de envejecimiento. Su velocidad, regeneración, cambio de ritmo y brillo, cada vez en disminución. Llega al pozo más profundo cuando el diez dice que "no se le da", y el mundo visualiza el fin de la participación del hombre récord en su propia selección. 

Una seguidilla de técnicos que no logran permanecer en el puesto. Pasando incluso por el mismo Maradona, que todos esperaban, de ese condimento que un líder nato como él puede dar. Se juntaban el mejor de todos los tiempos con el mejor actual jugador. ¿Qué podía fallar? No funcionó. Y así siguió uno tras otro, gente de gran renombre, hasta llegar a lo peor, que fue Sampaoli y el desastre en Rusia.

Incertidumbre:

Scaloni llega como el inexperto, el que tenía que rellenar el puesto, la papa caliente que nadie quería. Nadie tenía mucha esperanza en el equipo. No habíamos podido con lo mejor de lo mejor, y ahora tenemos un plantel que no está tan bien físicamente, sin pensar en que no podemos siquiera aferrarnos a una trayectoria de peso por parte del cuerpo técnico.

Camino de victoria: Cómo vamos venciendo y los adversarios cayendo.

Brasil y Chile:

Pero las victorias empezaron a llegar. Voy a ser sincero, el fútbol de la Selección había dejado de interesarme de hacía rato. Cuando era muchachito me gustaba aprenderme los nombres de los jugadores, escuchar sus trayectorias, me había ilusionado varias veces con varios equipos. Había empezado a tomar conciencia con el equipo en el que estaba Sorín, Batistuta, Simeone... Recuerdo que seguí el sub veinte de Messi y me alegré con sus victorias. Alta ilusión tuve cuando Pekerman dirigió, y deseé su continuación. Me puso triste y no entendí por qué la gente no  le dio otra oportunidad. A partir de allí no pude recuperar esa ilusión primera. Ni siquiera cuando quedamos en el podio en aquellas amargas tres copas de américa (2015,2016 y 2019).

Cuando comenzó en 2021 mi interés era mínimo. Me agradaba oir que llegábamos lejos. No vi el el partido en que el Dibu apareció por primera vez, me lo contaron, y tuve que ver por youtube esos penales. Me sorprendió. Fue interesante ver su espíritu guerrero, su pasión por enfrentar el desafío, y, por supuesto lo más importante, su efectividad, que hacía soportar sus gestos obscenos de payaso de secundaria. El tipo había atajado, había arrollado a sus rivales.

River, el club al que había alentado de chico, había despertado también mi interés por mirar el juego, cuando había logrado salir de su propio pozo, ese descenso que culminó también en el partido de fútbol más importante de todos los tiempos, el partido definitivo, que debía jugarse en la cancha de River y que por esas injusticias del fútbol (el causante de todo fue un aficionado a Boca) le arruinaron su turno. Esa final que el River de Gallardo pudo ganar, con todo e incluso la desventaja de no jugar en su casa, como le tocaba.

Ese ascenso de River me hizo apreciar más la mente técnica del fútbol, Gallardo me hizo mirar quién era el tipo que no tocaba la pelota, pero podía cambiarlo todo. Antes para mi el DT era un tipo que no pesaba tanto, era una figura legal necesaria. Podía ser alguien muy reconocido, sí, pero tampoco para tanto. Como se darán cuenta, soy uno de los menos aficionados al futbol en Argentina.

Ahora era más interesante. El técnico podía ser la mente maestra. Y luego de que se coronara Argentina en el 2021, era obvio que lo único que había cambiado era el técnico. Todos lo reconocían, y ahora yo también.

Ganar en 2021 fue tremendo, y para colmo contra Brasil. Nota aparte fue interesante ver cómo Chile queda fuera de Qatar 2022, teniendo en cuenta la notoria soberbia del escarnecedor chileno contra el derrotado argentino debido a habernos ganado dos finales seguidas; esos ataques fueron devueltos en cargadas, en los cantos y memes por parte de Argentina cuando Chile queda fuera (dos veces) del Mundial de este año.

Ser finalmente campeones de América después de tantas luchas, y batallas perdidas (con aberrantes injusticias arbitrales), era lo merecido. Pero para más poesía se ganó en el Maracaná contra el Archirrival y vecino pentacampeón, medio hermano, iberoamericano, Brasil. El abrazo entre Neymar y Messi es icónico. La alegría de la Pulga también, al lograr su primer título con su selección.


El Campeón Sobre Las Evropas:

Después de haber conquistado el Cono Sur, la Albiceleste cruza el Océano, vuelve a la abuela patria, al suelo del que salieron sus antepasados, a enfrentarse al campeón de aquel torneo que algunos gustaban en llamar, el Mundial sin Brasil: Italia. Este equipo había enfrentado a otro némesis de Argentina y lo había vencido en penales, me refiero a Inglaterra. También había enfrentado a la primera madre de Argentina, España; y salió airoso.

Es importante este hecho, el de enfrentarnos a Italia, como si fuera un acto de independencia. ¿Es superior la prole desplazada que aquellas que pudo quedarse? Los apellidos de los jugadores, de los que están en el cuerpo técnico, dicen que somos similares; hermanos lejanos; los desplazados.

Hay un resabio a rechazo al castizo, al criollo, al que no se quedó en el viejo continente. Sea voluntaria o involuntariamente; por ostracismo o por aventura; porque no cabían en el status quo del momento o porque lo rechazaban y preferían abrirse camino en un nuevo lugar por más salvaje, riesgoso y sufrido que pudiera ser. Como sea, se fueron y ahora volvieron. Parecidos, pero distintos. Apellidos similares, pero con otra bandera, mezclados con otras gentes.

La Finalissima. La victoria sobre Europa.


El Mundo Contra Argentina:

Otra instancia se presentó. La más dura venganza se preparaba contra el equipo ganador.  Los medios mundiales no se frenaban en admitir que, si bien Argentina era candidato, venía invicto y qué se yo... le esperaba lo peor delante. Se ningunea el recorrido, las copas pasadas, que son como nada. A nadie ya le importa la victoria sudamericana del año pasado, ni la conquista a los europeos. Si Italia ni siquiera había clasificado... ¿a quién le había ganado Argentina? Después de todo el campeón del mundo era Francia y su Subcampeón Croacia, y ambos habían quedado fuera en octavos. Todo era cosa menor, sin mucha importancia, como si fueran amistosos, una nadería. 

Brasil volvía a sacudirse el polvo. Se alistaba. El mundo se postraba a sus pies, tiene el mejor equipo del planeta en titulares solamente; y, quitándolos, otro competitivo en los bancos; el favorito.

Francia sonreía confiado. Era la envidia de muchos otros equipos europeos (que la tratan de imitar pero no la pueden igualar) pues tenía en sus filas "nacionalizados" al mejor seleccionado de todo el continente de África; con el que también había ganado el mundial anterior, demostrando la superioridad del continente africano en distintos encuentros sobre países que palidecen en comparación poblacional como lo fueron en 2018 Croacia y Argentina, por ponerlos de ejemplos como selecciones étnicamente representativas de sus naciones, respectivamente; contra las que Francia se enfrentó y a las que derrotó.

Croacia se sabía fuerte, igual. Había demostrado en el Mundial su valía ante los grandes de Europa: Dinamarca, una Rusia que le había jugado muy de cerca a España, a Inglaterra, y que había perdido dos a cuatro contra Francia. ¿Quién dice que esta vez no se coronaría también campeona?

Brasil arrancó en ganador; Francia, arrollador; Croacia, lento, pero no perdiendo. Argentina, arruinando su invicto, y para colmo, contra un equipo de lo más chico: Arabia Saudita, que no ganó en nada, excepto contra Argentina.

El mundo se burló. Todos los fantasmas reaparecieron. Hasta el 2010 nadie había ganado la Copa y perdido el primer partido. Nunca nadie había ganado la Copa América y luego también el Mundial. El equipo pidió confianza. Internamente el equipo era fuerte, sabía levantarse frente a injusticias, sabía levantarse frente a aberraciones y problemas internos.

Frente el desencanto y desesperación de muchos se presentó en el siguiente. Hizo un partido decente frente a Méjico; ganó. Luego se paró bien frente a Polonia; victoria. 

Llegó el rival histórico, siempre un hueso durísimo de roer para Argentina, Holanda. Injusticias arbitrales nuevamente, no se desanimó. Venció por la mano del arquero Martínez nuevamente.

Y derrotaron a Brasil. Qué sorpresa para la mayoría. Incontables los que respiraron aliviados. Si bien Argentina fue superior a Brasil en los últimos encuentros, nunca se sabe, Brasil siempre es peligroso en mundiales. Por lo que nos enfrentamos, por el derecho a la final, al Subcampeón del mundo, el asesino del pentacampeón, Croacia.

Y fuimos superiores. Llegamos a la final; contra Francia; que venía de derrotar nada menos que a Inglaterra. Otra vez nos quitaban la posibilidad de enfrentarnos a ellos, pero podíamos medirnos contra sus superiores. A Italia le ganamos, pero ellos le habían ganado en penales a los anglosajones. Ahora Francia lo había resuelto en noventa minutos, si ganamos contra ella, la victoria diferida sobre Inglaterra es más legítima.

Francia llega al partido para revindicar los dichos eurosupremacistas, antiargentinistas, antihispanoamericanistas y antimessistas. Porque Europa ya a concedido que mejores piernas son la de los "negros", diría el Washington Post; pero el cerebro (los DTs), quienes entrenan y dirigen esos cuerpos, sí son mejores, dicen, que aquellos conjuntos, tácticas y estrategias de los latinoamericanos, entre ellos, por supuesto, Argentina, con Messi como el ejemplo del gran fracasado que debería renunciar a sus aspiraciones, pues está viejo y el mejor es Mbappé, dicen. Con Scaloni, como la cabecita del jovencito atrevido al que hay que poner en su lugar. Dichos que habían tenido su confirmación con la victoria árabe, pero que habían perdido fuerza en los últimos dos encuentros contra los europeos croatas y los holandeses-africanos. Francia los salvará, están seguros.

La Final:

Es el sufrimiento de la era Scaloni encapsulado en las tres horas que se jugaron. Durante todo el partido, dominante Argentina. Amplio merecedor de una victoria en noventa minutos. Pero el futbol tiene sus cosas, como siempre... Un error de comunicación y el entrenador saca a un Di María iluminadísimo, porque ya venía este lastimado. Un error de un gran defensor argentino, obliga a este a provocar un penal justamente cobrado, que fue efectivo para Francia. Una mano francesa no cobrada (error del árbitro, el VAR y todos los jueces), lleva a un tiro de Francia en ataque que se encuentra con un codo de otro gran defensor. Nos deja con dos penales adentro, más otro tanto legítimo, que nos pone tres a tres. No voy a describir el hermosísimo gol de Argentina, jugada insólita de una punta de la cancha a otra, de pases perfectos, que enmoña Di María; para repetirlo hasta en los sueños. Ni el tercer gol, el de Messi, que fue tan crítico, tan digno de ser la apoteosis del Mundial entero, que hizo llorar seguramente a más de uno.

Nada se comparó, sin embargo, y por eso digo que la final fue la cápsula digna de la era Scaloni, con un último y finalísimo ataque Francés, cuando, nuevamente, por cosas del destino, la pelota llega a los pies de un delantero contrario. Solo, contra el arquero. Los hinchas palidecieron. Tanto esfuerzo para que en el último momento del alargue, tanto mérito para que fuera de toda justicia, en un momento de debilidad, en el estupor y cansancio del final de la quinta y última media hora de juego, Francia se quedase con la victoria. Si a los hinchas argentinos se le debilitaron las piernas y el corazón, el Dibu había nacido para esto. Se hizo grande. Sólo, tapó el arco. El delantero quedó sin opciones. Su definición terminó en la gamba izquierda del titán de los guantes. "No pasarás". Y el Balrog cayó, arrastrándonos al azar de la definición por los penales; a la oscuridad, al pozo rabioso, al que tantas veces en mundiales pasados nos había condenado el destino, la suerte, la injusticia arbitral o directamente nuestro mérito, o la falta del mismo, y la combinación de todo esto.

Pero esta vez fue diferente, teníamos un arquero que había nacido para esto. Ya lo habíamos experimentado antes. Ya lo habíamos vivido. 

Cuando llegamos a los penales respiré aliviado. Vi como si fuera de nuevo, los penales ingleses contra los italianos. Ahora era algo similar. En el juego de apostar sin dinero si entra o no, creo que acerté en todas, excepto en la de Álvarez y uno más que no me acuerdo. 

De la que me acuerdo bien, es de la que estaba más seguro, la que iba a pegar en el palo. El hombre estaba muy nervioso. El Dibu es demasiado grande para un arco tan pequeño. Tenía que asegurarla. Y cuando se quiere asegurar, se patea para que físicamente el arquero no alcance, que roce un palo. Y si estás nervioso, para que haya una guía que no se escape, el suelo. Entonces dije que iba al palo. Me alegré que fui demasiado optimista: Casi rozando el palo izquierdo, sí, pero afuera.

Cuando quedó se pateó el último penal estaba aliviado. Como cuando despertás de un sueño medio contracturado. Por el sonido que de repente invade desde el exterior un silencio de inconciencia, en el que se mezcla el batir de mis propias palmas. Por levantarme de repente de la silla.

Teníamos que irnos con Emanuel, viajar. Llegaríamos tarde a la ciudad.

Qué partido. Qué camino.

Foto de N. Tazwar en Unsplash
El canto nuevo del hincha sonaba, resolviendo los anhelos del viejo. Poniendo a descansar ya a un espíritu inquieto y en pena de un Maradona preocupado y atento a que Messi y Argentina consiguieran el adeudado título mundialista que tanto se merecían. Ya puede descansar en paz, cantaban.

Se resolvía con esto la mancha a la camiseta de la inmoralidad grosera de aquel astro. Sus excesos eran perdonados porque todo lo eclipsaba el cúmulo de logros en el campo de juego. El mito se sostenía ante la vergüenza.

Pero ahora un nuevo astro eclipsa al anterior. Hombre de familia, cristiano practicante. Impecable. El argentino puede poner al frente un ícono más honorable. Más digno. Quizá tan bueno como jugador en su puesto. Añade el talento, olvida lo otro.

Otra resolución viene con la validación de la canción del hincha en este mundial, con la frase que promete no olvidar jamás a los "pibes de Malvinas". Esto si tenemos en cuenta que el mundial que ganamos anterior a este, fue aprovechado para tapar aquella ignominiosa derrota por parte de la dirigencia militar argentina, que actuó en pro del conflicto bélico con gran apoyo en aquella época del pueblo argentino. A todos les convenía olvidar con una victoria futbolística mundial todo eso que había pasado.

Hoy ya no necesitamos de esa victoria. Podemos disfrutar de esta, al mismo tiempo que recordamos a los otrora olvidados.



Finalmente, para resumir en cuestiones futbolísticas:

Vencimos prácticamente a todos los rivales históricos, excepto Alemania, que quedó siempre muy lejos y pequeño. En la Eurocopa no pasó a cuartos, y en el Mundial no llegó a octavos.

Ganamos tres copas internacionales de forma consecutivas.

Ganamos a los tres mejores equipos europeos en forma consecutiva.

Ganamos contra los finalistas del mundial pasado, uno tras otro.

Ganamos todo.


Y es vanidad:

Una observación honesta de varios es, luego de que pasa el momento de euforia y celebración inicial, que aparece el vacío en el pecho, y la pregunta: ¿ahora qué?


Cierto. Porque ¿Qué aprovechará el hombre si ganare un Mundial, y perdiere su alma?

Hay cosas más importantes que un Mundial de Fútbol. Es divertido. Es culturalmente relevante. Hay virtud, cosas dignas de alabanza... pero no sirve como centro de vida, como el eje de la existencia. Solamente como accesorio, como satélite.

Y repito:

¿Qué aprovechará el hombre si ganare un Mundial más, y perdiere su alma?