Hoy, Proverbios 15:
El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma;
Mas el que escucha la corrección tiene entendimiento.
Jehová está lejos de los impíos;
Pero él oye la oración de los justos.
El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová;
Mas la oración de los rectos es su gozo.
(Vs. 32, 29 y 8)
Es llamativa la intención del ser humano de querer comprar a Dios por medio de sacrificios, de querer agradecer a Dios con ofrendas, de hacer esto pero según la sabiduría propia, siguiendo unas buenas intenciones. "Pero es con sinceridad" dicen. La disciplina de Dios nos ayuda a despertar, a abrir los ojos, a discernir y ver como Dios ve. A dejar de hacer aquello que pensábamos estaba bueno, o "no tan malo", pero que en realidad no era lo que Dios quería que hiciéramos.
La historia de Caín es la del que no puede aceptar la disciplina. Dios estaba dispuesto a educarlo en la forma correcta de ofrendar. La parte más importante de la ofrenda no es que el hombre se sienta bien, sino que se cumpla lo que Dios quiere. Todas las ofrendas del antiguo testamento eran símbolos de las por venir, que se cumplieron con Cristo. Por ejemplo, las ofrendas de sangre debían asimilarse a la de Jesucristo, la víctima perfecta. Por eso Él no aceptaba sacrificios humanos (todos son pecadores), la imagen y sombra de Cristo eran los animalitos puros e inocentes.
Pero cuando el hombre no quiere escuchar la disciplina, y deja entrar al pecado, muere para con Dios, y empieza a bajar en un espiral de vergüenza y dolor. Con todo, hay esperanza, miren a San Pablo; él, antes de encontrarse con Jesucristo, había creído su deber religioso perseguir a muerte a la Iglesia de Dios.
Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia...
1 Timoteo 1:12-13
Y esto por el poder del mensaje de salvación de Jesucristo, el Evangelio.
